Alcance de una fuga virtual

Dilación y circulación. Como una protagonista entre paredes escénicas que la enciman, hoy ella sabe que todavía puede demorar y circular.

Construir críticamente es aún casi una utopía, pero dos recursos emergen con aparente navegabilidad: postergar definiciones y moverse.

La cultura la ha estado hostigando pero ella todavía no puede identificar el origen del asedio. Así como intuye que no debe ceder a esa tristeza institucionalizada, su instinto le dicta amortiguar el vacío de su propia debilidad propositiva ganando tiempo. Tiempo y espacio.

El avión levanta vuelo y los paisajes rotan bajo sus pies inquietos. Otros escenarios acuden a renovar las esperanzas de aventurarse.

Ella respira hondo y a través de la ventana ve un aire vagamente conexo, llevadero de pasado y futuro, realidad pura.

Otro recuadro acude ahora: su pantalla con destellos de espacios y relatos polarizados en la equidistancia.

Panoramas y contenidos se desplazan y se acoplan al hábito de ver cambiar. La alternancia diluye el agobio de lo dado, pero aleja el momento de la confrontación.

Ella puede sentir que la virtualidad es también una droga de atenuación de criticidad que volcó su lenguaje sobre un mundo inaprensible. Por un buen tiempo, al menos, la cultura no podrá alcanzarla.

Lejos de allí, otra chica se asoma al mismo mundo, y necesitaría tanto de una señal. Pero no puede verla a ella, ya está del otro lado del horizonte.

Carlos Lavagnino
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