Mundo tóxico, parte II

Por Laura Marajofsky

Pensar la realidad como un recipiente que estábamos agitando sin piedad (y sin saber cuáles serían las consecuencias de esta sacudida), era la propuesta hace dos semanas en Club I+ cuando discutíamos acerca de la creciente toxicidad en la sociedad y las inesperadas ramificaciones de la complejidad en la que vivimos. Tratábamos también de relativizar cierta superficialidad que se percibía en los discursos ambientalistas tradicionales en donde siempre pareciera ponerse el foco -tanto en el diagnóstico del problema como en su resolución- en circunstancias netamente coyunturales, en apariencia dislocadas del plano cultural, del modo en que estamos viviendo.

Si vamos a hablar de cómo la cultura actual -y las ramificaciones de la complejidad- impactan el medio ambiente, es pertinente citar algunos materiales recientes al respecto.

Por un lado una nota publicada la semana pasada en Salon.com cita estudios recientes realizados por la Universidad Johns Hopkins que dan cuenta de los elevados niveles de arsénico encontrados en la carne de pollo que se consume, ya que en EEUU drogas basadas en esta sustancia se vienen utilizando desde hace años. Las mismas aceleran el crecimiento de los animales y contribuyen con la pigmentación. A la pregunta de cómo es posible que esto no esté regulado, en la nota se explica que “actualmente no hay ninguna ley federal que prohíba la venta o uso de drogas basadas en arsénico en la cría de pollos”. Simultáneamente, hay más reportes de otros despropósitos del estilo, como la utilización de ciertas sustancias (ácido peracético y cloro) para matar bacterias en los criaderos, que al ser altamente corrosivas pueden entre otras cosas generar enfermedades respiratorias al personal que entra en contacto con ellas (“They are mixing chemicals together in these plants, and it’s making people sick. Does it work better at killing off pathogens? Yes, but it also can send someone into respiratory arrest”) Aquí el informe completo: http://articles.washingtonpost.c… .

La irresponsabilidad por parte de las corporaciones se combina con la inoperancia de los Estados. En lo que refiere al testeo y habilitación de nuevas sustancias en el mercado, hoy día en los EEUU el peso recae fundamentalmente sobre la EPA (la Environmental Protection Agency). Las corporaciones no están obligadas a presentar ningún informe de seguridad respecto de la composición de sus productos – y desde luego que no lo hacen voluntariamente- , y la EPA sólo puede demandar más información a las empresas si puede probar que hay un potencial riesgo. Esto último es particularmente crucial, ya que el modus operandi es que se considera que un químico es seguro hasta que se demuestre lo contrario (“safe until proven dangerous”). Un lógica acrítica y perversa.

Es tanta la cantidad de nuevas sustancias que aparecen en el mercado por estos días que la EPA se encuentra colapsada. Para empeorar las cosas, si esta institución no toma acciones para bloquear un químico que considera peligroso antes de los noventa días de introducido el mismo, las nuevas sustancias obtienen luz verde y comienzan a circular libremente… es decir, llegan a nuestros hogares.

Como expresa un miembro del Fondo para la Defensa Ambiental, es una situación imposible: “The law puts federal authorities in a bind. It’s the worst kind of Catch-22. Under this law, the E.P.A. can’t even require testing to determine whether a risk exists without first showing a risk is likely.”

En consecuencia, de los 85.000 químicos industriales disponibles para el uso actualmente en ese país, la mayoría de éstos no han podido ser testeados para comprobar su seguridad como corresponde.

Ya sólo con esta información no es muy alocado fantasear con generaciones futuras muy contaminadas, como se preguntaba Penelope Jagessar Chaffer del proyecto “Toxic Baby”, ¿acaso estaremos criando a la generación más contaminada en la historia del planeta? Y de ser así, ¿qué dice esto de la cultura? Esto es lo que dicen los especialistas: “hazardous chemicals have become so ubiquitous that scientists now talk about babies being born pre-polluted, sometimes with hundreds of synthetic chemicals showing up in their blood.”

En sintonía con este inminente escenario, y como se planteaba hace dos reuniones del Club, es claro que la contaminación que estamos viviendo (y la que se viene) tiene que ver con la estructura de nuestras vidas y con problemáticas no lineales que no se resuelven con la disminución en el uso de combustibles fósiles o el cuidado de las ballenas…

Ante toda esta evidencia la conclusión más obvia es que es el propio individuo el que tiene que hacerse cargo de la situación, pero no precisamente como agente suelto y desarticulado como se sugiere en las notas citadas, en el rol de “consumidor” por ejemplo, sino a través de sistemas pensados e iniciativas descentralizadas.

Ayudados por las posibilidades de la época que favorecen enfoques más autónomos en distintos aspectos de la cultura (seguridad, alimentación, educación), hemos llegado a un punto de inflexión en lo que refiere a la organización de las sociedades y el rol del individuo. Tal vez todos estos coletazos e incipientes movimientos señalen un futuro de mayor auto-gestión y maniobrabilidad personal. Sin dudas estamos agitando el recipiente, pero no todo lo que resulte de esta acción tiene que ser algo negativo para el hombre.

Think Those Chemicals Have Been Tested?
http://www.nytimes.com/2013/04/14/sunday-review/think-those-chemicals-have-been-tested.html?_r=1&

Corporate greed is poisoning America – literally
https://www.salon.com/2013/05/20/corporate_greed_is_poisoning_america_literally_partner/

Riorevuelto
No Comments

Post a Comment