Arte y decadencia, una nueva alianza

Por Laura Marajofsky

Hace unas semanas se llevó a cabo ArteBa, uno de los eventos mejor considerados -y con más promoción- de la escena local. Este acontecimiento, que congrega a un diverso público, tiene como objetivo reflejar las últimas tendencias creativas, otorgando una oportunidad para testear la consistencia y originalidad de varias de las propuestas actuales y reflexionar acerca del lugar que ocupa el arte hoy en día. Por consiguiente, me propuse realizar una excursión a La Rural y apreciar por cuenta propia de qué se trataba todo esto

Al ingresar a la feria una de las primeras cosas que llama la atención es la cantidad de sponsors ubicados en diferentes stands. Numerosas empresas y medios (incluyendo a los diarios Clarín y La Nación) tenían instalados sus puestos allí. Se plantea así el primer interrogante de la velada: ¿qué rol juegan estos grandes conglomerados en lo que es por un lado la cobertura del evento y, por otro, sus implicancias en lo que refiere a la integridad artística y conceptual de los participantes (ya que también son estas empresas las que premian y otorgan becas, e incluso donan materiales para la composición de las obras)? Es difícil imaginar que la aparición de marcas y publicidades por doquier sea inocua, en especial cuando se ingresa al “barrio Chandon” donde se presentan los supuestos jóvenes talentos, o se observan las piezas elegidas para competir por el “premio Petrobras”. Asimismo, será en vano esperar encontrarse con alguna voz disidente, alguna reseña que no refiera únicamente al éxito de convocatoria o a la exhibición como un fenómeno cultural de envergadura. ¿Acaso a nadie le parece que todo esto es un tanto sospechoso?

En una segunda línea crítica se puede hablar de la producción en sí, o lo que quizá sea más interesante, de las predisposiciones que la inspiran. Y aquí es cuando corresponde hacer un análisis más contextual que vincule ese coqueteo permanente con figuras decadentes, oscuras, muchas veces lindantes con la muerte, y el estado casi terminal en el que se encuentra el arte en la actualidad. Maniquíes con bizarras reacciones alérgicas, calaveras fashion, inocentes ositos de peluche con huesos salidos, personajes “loser” y otros tantos seres desdichados circulan por las obras de esta edición. La tendencia de culto a lo “depre” se acentúa particularmente en las creaciones del ya mencionado barrio joven, por ejemplo en la exposición Corazones de Bully, donde se exhiben trabajos de “La campaña de los mil dibujos Bullys” cuyo slogan es “dibujar hasta morir”. En este rincón es posible encontrar dibujos realizados con marcadores, un guiño más a lo precario y “trashy”, en los que se les rinde homenaje a varios de los hitos populares de los 80’s y 90’s (Alf, Meteoro, referencias a películas de Wes Anderson, Marty McFly), y a algunos más modernos (Obama, Susan Boyle), refritando iconografía de antaño con una pátina de pretendida irreverencia que no convence ni inspira nada. Uno de los tantos motivos proclama desde la pared “La depresión es un estado superior de la mente”, y es que para estos muchachos que se asemejan más a viejos que a jóvenes, probablemente este sea el estado de ánimo predominante. (Ver galería de fotos de ArteBa)

Finalmente quiero comentar lo que se supone fue la “crème de la crème” de la muestra, es decir, las obras seleccionadas por un comité especial para competir por el premio mayor. Entre ellas se encontraba “Locutores profesionales leen el Capital de Karl Marx”, por los artistas (?) Bruno Dubner y Rodrigo Moreno, cuyo concepto se resumía de la siguiente manera: “Durante las 56 horas que dura ArteBA, tres locutores profesionales se alternarán para leer las 3366 páginas de El Capital”. Luego, una instalación titulada “Usted está aquí” ofrecía cuatro escenas diferentes para que el visitante interactúe según el caso: fotografías de paisajes silvestres para ser observadas, una habitación llena de plumas para jugar con ellas, y finalmente un puesto “ficticio” de recepción con secretarias incluidas. Según la autora Juliana Iriart, “el misterio de lo que ocurre en el stand es un eje de la propuesta”… Estos dos ejemplos dan la pauta de cómo se sucumbe ante lo efectista e insustancial. Para empeorar las cosas, todo aparece teñido de una gran demagogia y esnobismo, y detectar algún gesto de desaprobación o de mínimo cuestionamiento entre los asistentes a la muestra resulta utópico. Si lo que estuviéramos viendo fuera una película muda, los subtítulos de la escena dirían algo así como “No tengo idea qué es esto, ¡pero lo felicito!”, mientras las cabezas asentirían y los protagonistas se estrecharían las manos exageradamente. A veces hasta pareciera que formar parte de este clan que se pasea por los pasillos sonriendo y afirmando, fuera uno de los principales atractivos de esta clase de iniciativas, donde el sentimiento de pertenencia y de comunión es casi más importante que lo que se está exponiendo en concreto.

En un momento de mediocridad propositiva y compositiva en el que la aparición de ideas innovadoras escasea, cuando el reciclaje se instala por sobre la creación propia, e incluso cuando varias de las nuevas herramientas tecnológicas conspiran generando más ruido, da la sensación de que este abarrotado desconcierto se cristaliza en eventos como ArteBa. Un lugar que termina transformándose en un reducto para todos aquellos que resignados con la incapacidad del arte para afectar constructivamente a la cultura, se contentan con participar de una mímica de la incidencia, y con brindar por supuesto.

 

Riorevuelto
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