El realce de la exuberancia

Por Mercedes Rojas Machado

Entre las dañinas estetizaciones de nuestra época está aquella que reivindica al exceso como el modo por excelencia de relacionarse apasionadamente con el mundo. No es extraño que nos encontremos con una infinidad de declaraciones que promocionan el encanto de “vivir con intensidad cada momento” sin medir consecuencias. Es así que distintos espacios son invadidos por una retórica que glorifica cualquier actividad insensata sólo por implicar un tipo de inseguridad.

Por alguna estúpida jugarreta cultural se tiende a asimilar esta atracción por el riesgo con unapulsión de vida. Tácitamente, y ante la imponente figura del “despilfarro energético” como la mayor de las virtudes, una persona con conciencia en el largo plazo es vista como alguien que “no vive”. Esta idealización del peligro (y su connotación aventurera) no llama la atención cuando es contrastada con ciertos discursos de alumnos de escuelas secundarias. Según una investigación estadounidense, muchos de ellos no imaginan superar los treinta años de edad… y eso no parece generarles demasiada incomodidad.

En contraposición a lo que podría sugerir el sentido común, el enorme avance científico en materia de longevidad se superpone con una progresiva vacuidad de deseos de trascendencia. Cuando son interpelados, numerosos adolescentes no muestran interés en prolongarse en el tiempo y, por lo general, hasta se contentan con esa situación siempre que sientan que han exprimido al máximo su limitada existencia (aunque ese sentimiento no sea más que una apreciación reducida de sus facultades). Si se incorpora esto al análisis, se entiende la abundante clientela con la que cuentan los paladines del riesgo y la inconsciencia. Para quienes sostienen esa postura resulta más conveniente amoldarse a la posibilidad de experimentar sensaciones extremas, que salirse de los modelos de vida hegemónicos para ver cómo pueden construir un proyecto sustentable que no requiera de hábitos explosivos para alcanzar el bienestar.

Más allá de los costos que estas prácticas pueden representar para la salud de quienes las ejecutan, es interesante indagar por las variables que motivan esas elecciones, cómo se encuentran en el ciclo vital de las personas y cuáles son sus consecuencias.

En ese sentido, sería cuestión de ver cómo incide el aspecto que podríamos llamar estructural de los individuos, entendido como el vínculo que alguien puede tener con su cotidianeidad (sea una imposición o una consecuencia de las decisiones personales) y desde el cual se van configurando las distintas vías de escape. No es ridículo pensar que las frustraciones en ese ámbito puedan enlazarse con una oda al descontrol pero, si se quiere ser realmente crítico, es importante avanzar y preguntarse por la inconsistencia de los estándares de desarrollo vigentes (tanto afectivos como estratégicos), en lugar de limitarse a polemizar las evasiones en forma fragmentaria.

En ese sentido, sería cuestión de ver cómo incide el aspecto que podríamos llamar estructural de los individuos, entendido como el vínculo que alguien puede tener con su cotidianeidad (sea una imposición o una consecuencia de las decisiones personales) y desde el cual se van configurando las distintas vías de escape. No es ridículo pensar que las frustraciones en ese ámbito puedan enlazarse con una oda al descontrol pero, si se quiere ser realmente crítico, es importante avanzar y preguntarse por la inconsistencia de los estándares de desarrollo vigentes (tanto afectivos como estratégicos), en lugar de limitarse a polemizar las evasiones en forma fragmentaria.

También habría que desmitificar la sospechosa relación entre lo experiencial, el exceso y el aprendizaje. Enaltecer todo lo vivencial sólo por el hecho de serlo sin interrogar lo que cada acto entraña es una postura típica de quienes defienden los desenfrenos como vehículos de enseñanza y de satisfacción. Frases conocidas como “hay que vivir la experiencia” o “hasta que no te pasa, no entendés” suelen actuar como un mecanismo refractario de cualquier replanteo; tal vez por eso sean tan populares y usadas. Claro está que un posicionamiento como éste necesita acomodarse sobre una concepción estereotipada de lo que es el hombre. Se recurre entonces a la clásica imagen de la insatisfacción, la “naturaleza insaciable” de la humanidad que puede contentarse únicamente con esos sacudones insólitos contrapuestos a una rutina agobiante. Con el discurso prefabricado de huir de todo tipo de hábitos o repeticiones, lo que se pierde de vista es que ese entramado de huidas descuidadas también deriva en rutinas, pero caracterizadas por una mayor inestabilidad.

El coqueteo sistemático con la desmesura, a costa incluso de la propia vida, es funcional a una civilización que muestra una creciente necesidad de algún tipo de narcótico. Pareciera que muchos se sienten embaucados cuando no tropiezan con situaciones impactantes y, con el tiempo, necesitan despertar emociones más y más fuertes (agotando con acriticidad todo tipo de recursos). Esta trampa cultural, que busca de manera constante soluciones sintomáticas, quizás podría resolverse con la creación de nuevos arquetipos que planteen una relación más rica con el mundo en lugar de conformarse con bucólicas entregas de vitalidad.

Riorevuelto
2 Comments
  • Romina
    Reply

    23/12/2009 16:45

    Bajo este mismo concepto no sólo se reivindica el exceso, sino también lo inmediato. Todo hay que hacerlo HOY, ahora, ya. Porque mañana puede ser tarde. Y en esto también entra el “vivir a pleno”, consumir todo lo que se pueda sin evaluar mucho; que, ni como, ni cuanto.

    12 de March de 2018 at 7:57 pm
  • Gustavo Faskowicz
    Reply

    24/12/2009 21:44

    Hola Romina, estoy de acuerdo con la idea de asociar exceso con inmediatez. Creo que hay cierta apología por el HOY como una forma de subestimar el calendario, la perspectiva de la vida, la planificación.
    Pero el gran malentendido que sugiere que “vivir a pleno” implica vivir descomedidamente, más que relacionarlo con una cuestión de consumo, yo lo vincularía con una fuerte pulsión por las tácticas compulsivas y desmesuradas. Pienso que el consumo en exceso es una más, pero no la única…

    Saludos!

    12 de March de 2018 at 7:58 pm

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