Motivos para el (im)paciente

Por Gustavo Faskowicz

Imaginemos un consultorio al que llega un paciente provisto de información, estudioso de los avances médicos, conocedor de su cuerpo, dispuesto a indagar a fondo a su doctor. Es probable que el profesional no esté preparado para enfrentar esa situación novedosa que pone en duda el modelo convencional médico-paciente. Sin embargo, numerosas evidencias nos dicen que esto está ocurriendo, que esta escena es mucho más que un mero ejercicio de la imaginación.

Más aún, ante un momento de la historia signado por la complejidad, en el que emergen ubicuas e innovadoras maneras de aproximarse al conocimiento, pareciera que esta expansión de posibilidades abre grandes interrogantes sobre el modelo de profesiones en general. Es que llegar al consultorio con más información y con más perspectiva integral de la salud que el mismo médico puede ser indicador de que algo sustancial está cambiando en la matriz de división de tareas reinante en nuestra Cultura.

¿Será este un llamado de atención para ciertas instituciones tradicionales que, ante el campaneo de las transformaciones, se resisten a escuchar?

Quizás la medicina no esté preparada para enfrentar un nuevo escenario en donde la tecnología y la gestión autónoma del conocimiento actúen como catalizadores de la crisis de muchos de los paradigmas preexistentes. Veamos, por ejemplo, cómo impacta la aparición de numerosos emprendimientos que incentivan la autogestión y la cooperación entre pacientes de forma complementaria a los canales tradicionales. ¿Estaremos ante estímulos que inviten al individuo a conectarse con su realidad biológica de una manera más armónica y menos dependiente?

Probablemente, encontremos más y mejores respuestas en la medida en que podamos pensar desde posicionamientos distintos a los propuestos por la Cultura en que vivimos.

Hace algunos años en Italia, la comuna de Monza prohibió a sus habitantes la tenencia de peces en peceras redondas. El argumento fue que sus dueños no tenían derecho a condenar a los pobres pececitos a ver el mundo deformado por la curvatura de esas peceras. Tal como les sucedía a esos peces, la realidad puede tener otros significados si la miramos desde perspectivas distintas. Y sobre todo, si no la observamos siempre a través del cristal de un único paradigma.

¿Qué sucede, entonces, si nos proponemos indagar y repensar aquellos supuestos que conducen a naturalizar las profesiones como ordenadores de la vida moderna? Desde lo más profundo del acervo cultural surge la noción de definirse a través de una especialización, de integrarse cumpliendo un rol en la maquinaria. Volviendo a la medicina, en esa distribución “venniana” que nos sugiere la Cultura, podríamos pensar al mundo particionado entre los que eligen ser médicos y los que no.

Comencemos por analizar el segundo conjunto, el de aquellos que según los parámetros esperables deben encomendarse a la capacidad y al buen arte de los profesionales de la salud. La fórmula mágica parece estar en la delegación de responsabilidades y la confianza sistémica. ¿Pero acaso no sería recomendable para un individuo partir de un enfoque que anteponga su compromiso con la gestión de su propia salud antes que descargarla en un tercero? ¿No sería este cambio actitudinal una manera de complementar mucho mejor la tarea de los médicos y aportar así a la solución de esa crisis relacional a la que numerosos estudios aún no pueden dar respuesta?

Vivimos en sociedades altamente dependientes de la industria farmacéutica, pero a la vez pareciera haber poca predisposición a conocerse mejor y a cuidarse de forma preventiva. Tal vez, habrá que hurgar en conductas autodestructivas y pulsiones de muerte para comprender la paradoja de una humanidad en la que los individuos no custodian lo suficiente su propia salud mientras se “medicaliza” a la población de manera masiva.

Por otro lado, mayor responsabilidad personal combinada con predisposición crítica ante la corporación médica, sin dudas ayudaría a zanjar asimetrías que sólo generan conflictos y desencuentros. De otro modo, el diálogo y la comprensión dejarían el lugar definitivamente al resentimiento. En este contexto, la creciente ola de casos de violencia ejercida por pacientes y familiares contra médicos merece atención no sólo por lo condenable que es cualquier agresión, sino porque para que suceda deben existir antes condiciones de ruptura simbólica que permitan catalizar estos desbordes.

Respecto del universo de los galenos, tal vez sea pertinente detenerse en el sueño que lleva a miles de jóvenes a abrazar esa profesión. Es posible que en ese análisis nos encontremos con voluntariosos deseos de servicio a la humanidad y de amor al prójimo, pero quizás también con pulsiones vocacionales e idealizaciones no del todo validadas. Hay que bucear para ver de dónde vienen ciertas inspiraciones y cuántos condicionamientos preceden la toma de decisiones estratégicas en la vida. Es que, para el caso en cuestión, no se puede perder de vista la singular predisposición en la que un médico debe ser formado para lidiar con el dolor, el padecimiento, la enfermedad y la muerte. ¿Se puede un individuo acostumbrar a esas rutinas sin dejar en el camino alguna cuota de sensibilidad?

Viendo los ejemplos que ofrecen algunas referencias públicas de aquellos imaginarios, no parece fácil encontrar señales de coherencia que apuntalen esas fantasías: “Casi todo lo que prescribo es adictivo y peligroso. La diferencia es que esto es legal. ¡Feliz Navidad!”, le dice a un paciente el adicto Dr.House, ícono de estudiantes de medicina de todo el mundo, mientras le prescribe fumar tabaco como política de reducción de daños. La misma realidad, aderezada con dosis de humor negro, encontraremos en otras series del segmento, desde la histórica ER, hasta la más reciente Nurse Jackie, en donde un denominador común parece ser la incapacidad de los profesionales de la salud para lidiar con el lado más oscuro de sus vocaciones.

En la misma dirección, hay conductas de muchos médicos que llaman la atención. ¿Acaso no resulta pertinente preguntarse cómo pueden muchos de los que se dedican a cuidar la salud de la población, descuidar tanto la propia? Existe una miríada de investigaciones sobre el tema, pero no se advierte mucho desarrollo en el análisis del impacto que este fenómeno tiene. Más allá de la incoherencia, es sugestivo que la comprensión del daño que ciertos comportamientos pueden ocasionar no alcance para que los médicos cuiden debidamente su salud. Ver al doctor fumandoalimenta inconsistencias para las que la Cultura Central es probable que no ofrezca explicaciones satisfactorias.

Habrá quien suponga que cuestionar a la medicina como institución implica relativizar el conocimiento, la formación, y así sugerir que se puede prescindir de una cirugía, de la evolución tecnológica o de una prescripción ante una gripe. No es la idea aquí expuesta. En ese sentido, la medicina como institución simplemente actúa como caja de resonancia de esta Cultura. Por eso, de lo que se trata es de ganar en autonomía, de promover el autoconocimiento, de incentivar a que cada uno sea responsable de su alimentación, de su salud, del destino de su vida.

Será que sólo teniendo otra predisposición, cuestionando la solemnidad de academias y consultorios, registrando con espíritu crítico la realidad, los individuos ganaremos en soberanía, en capacidad para evolucionar. Así, seguramente, podremos identificar el hilo conductor que une todas estas imágenes, acaso para entender que la violencia, la degradación física, la falta de consistencia, los atisbos de deshumanización, no son fenómenos aislados. Percibir esto, significa mucho más que salir de la pecera. Es que así como en la física cuántica observar un sistema modifica su curso, echar luz a las inercias más naturalizadas de nuestra Cultura dispara fotones indispensables para mejorar la experiencia vital.

Riorevuelto
2 Comments
  • Ana Kerman
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    l paradigma médico hegemónico viene siendo cuestionado hace décadas desde varios flancos.
    Las profesiones liberales conllevan la naturalización de preceptos iluministas decimonónicos cuya lógica subyacente coacciona y mantiene falsos consensos.
    Propongo que hay ideas obsoletas que se instalaron para resistir a la complejidad que involucra el cambio.
    Así, ser “alguien” no tiene por qué implicar el cumplimiento de ciertas expectativas poco cuestionadas (ser profesional es una de ellas).
    Más aún, la agenda de la “cultura central” ponderada acríticamente invita a la rigidez mental que es, en gran medida, funcional a la fragmentación del ser y, consecuentemente, al escenario pendular de la indignación.
    Movimientos contrahegemónicos como el caso de California en los ’60 buscaron en la reconnotación de tradiciones orientales un fundamento para subvertir el orden de las cosas. Así se gestó la cultura “alternativa” que frente a la perversión del saber/poder marcó una ruptura con el establishment.
    El cliché de pensar en las redes sumergidas como “new age”/pseudociencia/charlatanería quizás obedezca al menos a dos fenómenos:
    1. Aún hoy el médico, el abogado, el profesional y las ciencias mantienen un halo de legitimidad tan poderoso como poco cuestionado.
    2. Los “otros” saberes buscaron legitimarse casi en los mismos términos del modelo imperante: lucro, pretensión cientificista, etc.

    El impulso por compartir experiencias vitales en el caso de esos pacientes que se congregan por fuera del ámbito médico tradicional me sugiere algunas ideas:

    1. La medicina como campo de gestión único de la salud está sobrevalorado.
    2. ¿Por qué será que la automedicación es una práctica tan frecuente? ¿Será un último resquicio de una supuesta autonomía implícitamente negociada ante la pérdida de sacralidad del “médico”?
    3. El sistema médico hegemónico produce enfermedad y ello es funcional a la cultura de la muerte.
    4. El proceso salud-enfermedad es un negocio donde los laboratorios juegan un rol clave, entre otros agentes.
    5. Nuevas visiones que buscan propuestas más integradas apelan, entre otras cuestiones, a la tan en boga “Inteligencia emocional” y a la psiconeuroendocrinoinmunología.
    6. En definitiva los canales de autogestión de la salud además de dar cuenta de las fisuras del modelo imperante pueden ser entendidas como iniciativas de corte más autónomo: tomar el toro por las astas, hacerse cargo del sí mimo.
    7. Esto mismo podría trasladarse al viejo debate ciencia / religión; el eterno inconducente basado en la lucha por el monopolio de la verdad, siempre enmarcado en reduccionismos bipolares.

    La reflexión que proponés es sumamente relevante.
    Espero comentarios y que siga el debate.
    Gracias por leer

    10 de September de 2011 at 3:10 pm
  • Laura
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    Ana, me interesan algunas de las ideas que planteás, si bien hay mucha tela para cortar sobre el tema planteado por Babu… Sobre la cuestión de la automedicación vos preguntás si no puede entenderse a la misma como “un último resquicio de una supuesta autonomía”. Me gusta esto de pensar la automedicación como una “autonomía mal entendida” o mal aplicada por el individuo si se quiere. Creo que también existen otras variables a tener en cuenta. El hecho de no indagar con profundidad en los problemas y una inclinación a trabajar los mismos de manera poco efectiva, con el tiempo, deriva en acostumbramientos y en prácticas poco saludables como la automedicación. Me parece que la negociación constante que podemos observar ahí se da con uno mismo, en la medida en la que se acepta someter el cuerpo a ciertos “malos hábitos” ya sea para poder sobrellevar la rutina o bien soportar una situación puntual de la vida.

    Las nuevas visiones de las hablás quizás tienen el inconveniente de que intentan trabajar la tristeza, el estrés, el insomnio, la ansiedad y tantos otros males contemporáneos, de formas no muy diferentes a la medicina tradicional…Ani vos mencionás el tema de las pretensiones cientificistas y el lucro como algunos de los obstáculos, quizás también puedan sumarse otros elementos como la falta de integralidad en la visión de las dolencias y su correlación con otros aspectos de la vida de la persona, y desde luego la charlatanería y un abuso de lo esotérico, tan en boga hoy en día.

    Más que hablar de dicotomía entre mente y cuerpo, a veces parece plantearse una dualidad entre el individuo y la vida que lleva, en especial observándose prácticas contradictorias entre lo que se proyecta y lo que hace.

    Luego, Babu se pregunta en su View por el proceso de insensibilización que sufren los estudiantes de medicina. Hace un tiempo me topé con este material que refiere a cómo supuestamente se está intentando cambiar la educación y la preparación de los médicos en algunos países. Una vez leído el material uno puede darse cuenta que los temas tratados tienen más que ver con cuestiones básicas como la comunicación y las “social skills” dentro del hospital (“A survey by the Joint Commission, a hospital accreditation group, found communication woes to be among the leading causes of medical errors, which cause as many as 98,000 deaths each year”), que con preguntarse los motivos por los cuales se eligió esa carrera o hacer un contraste sobre las expectativas y la realidad encontrada. Sin embargo, esto ya basta para dar una idea del grado de automatización que sufren muchos estudiantes… (http://seattletimes.nwsource.com… )

    Con respecto a las opciones autónomas de gestión de la propia salud, me parece que estamos en un momento simplemente ideal para emprender este cambio, ya que con la asistencia de nuevos desarrollos no será ni costoso -en tiempo o en dinero- ni difícil poder hacerse cargo de uno mismo, como ya hemos discutido en numerosos posts de este mismo foro.

    besos!

    12 de September de 2011 at 4:52 pm

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