Esperando el siguiente giro: “binge TV” y cambios en la narrativa

Por Laura Marajofsky

Con la llegada del final de temporada de varias series actuales una gran sensación de zozobra e insólita disponibilidad podría estar invadiendo muchos hogares. Una escena que no parece muy descabellada si nos guiamos por números recientes revelados por el MIT’s Technology Review que indican que en promedio los estadounidenses pasan 145 horas frente a la TV al mes (con un promedio diario de 4:51hs en el 2012 según la misma fuente).

De este modo, la televisión no sólo ha acaparado la conversación presencial (http://online.wsj.com/article/SB10001424127887324474004578442720332605236.html)
y online (se utiliza el término “social TV” para hablar de las conversaciones en tiempo real sobre televisión que se dan en la Web), sino que pareciera haberse convertido en “el lugar” para encontrarse con la familia o amigos, articular cierta sociabilidad y generar un consenso cultural con el resto de la sociedad.

“…if we share that binging with our families or friends, we can make that world – that show – a place of sudden commonality. Think about all those couples with crazy busy, vastly different days creating shared spaces of intimacy around watching even seasons-old shows together after their kids sleep.”

Simultáneamente el fenómeno del “binge TV” da lugar a un reacomodamiento en lo referido a la manera en que se cuentan las historias y se producen las series, poniéndose el foco en lo que se denomina “hiperserialización” -lo opuesto a la TV episódica y fácilmente descontextualizable. Como explican los creadores de series actuales consideradas exponentes de esta tendencia (Game of Thrones, Homeland, Breaking Bad, Mad Men, etc.), el objetivo fundamental es generar un “enganche” en el televidente por medio de “plot twists” (giros narrativos) y líneas argumentales continuas, en un meticuloso y controlado juego de dilaciones y suspenso.

Así lo explica Carlton Cuse, uno de los escritores de la serie “Lost”: “It’s like the people who make potato chips. They know how to put the right chemicals in there to make you want to eat the next potato chip. Our goal is to make you want to watch that next episode.”

La comparación entre las reacciones fisiológicas y psicológicas que genera este hábito y las que produce el consumo de drogas ya es un lugar común, a tal punto que no sólo se está estudiando el efecto que la TV tiene en nuestra cabeza (se ha acuñado el término “neurocinematics” para referirse al estudio de cómo los films interactúan con el cerebro), sino que se está prestando especial atención a cómo impactará esta tendencia de la precisión narrativa y serialización a futuro.

“Before DVDs, Internet streaming, and video-on-demand, fans of television had two choices: (1) watch whatever program happened to be on, however idiotic it was, or (2) experience immediate endorphin withdrawal. Now we have a third: watch the shows we like for as long as we like. Serialized, streaming TV is tailor-made to keep the endorphins flowing.” (http://www.thedailybeast.com/newsweek/2013/05/15/why-you-re-addicted-to-tv.html)

Pero quizás la idea más inquietante tenga que ver con la constatación del rol tipo “emotional buffer” que la TV está teniendo como dispositivo que amortigüa frustraciones o fracasos, y a su vez, que genera cierta calidez y bienestar temporal en vidas en algunos sentidos cada vez menos “habitables”.

“We don’t just watch, we occupy. We inhabit it. It has become the structural equivalent of our place in the country, our second home. So much of the near world is unpleasant or testing. It is nice to have a respite, and nicer still to maximize this effect by binging.”

*Información citada del MIT’s Technology Review: http://www.technologyreview.com/graphiti/515761/even-with-cord-cutting-and-the-web-the-tv-audience-is-massive/

Riorevuelto
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