“Post Roma” Reunión nº 33 de Club I+, temporada 2014

Post Roma

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Ellos solían hablar mirando las estrellas, pero un día dejaron de hacerlo. Es que las estrellas habían ido desapareciendo. Un creciente resplandor circundante había convertido el cielo en un fondo gris. Y ese calor que sentían, ya no surgía de ellos.

El Imperio estaba ardiendo.

*

El abrazo del amor contemporáneo es una reacción. Un reflejo malherido de preservar las últimas explanadas de una ciudad que se intuye perdida.

La humareda está hecha de materia sustraída de sí misma por apasionadas ráfagas de un mundo de complejidad que está sitiando todo. Podemos jugar unas veces más a una dulce clausura y hacer de cuenta que como las estrellas ya no se ven, otros mundos ya no están, o al menos han sido desairados.

Cruje la costumbre, se adivina la oportunidad, y el amor como comprensión de lo real empieza a perder sus últimas trazas de consistencia.

Se intenta una poesía desesperada; reciclar la falta de aliento como una prueba de riesgo, barnizar al lugar común con una compulsiva post-producción que diluya o postergue lo grotesco.

El trance devora los estandartes que se enclavaban con orgullo en la pretensión de persistencia, y muestra definitivamente la siniestra trama de transitoriedad que siempre implicó su simbología y funcionamiento.

El círculo se cierra, y en el centro están ellos: la pareja, irónicamente enfrentada a una versión fatal del clímax.

El encierro comprime los espacios y cataliza una nominalidad amorosa radical, una cercanía forzada que torna indistinguibles los chispazos provenientes del cerco ardiente, de aquellos propios del andamiaje relacional.

Así, dos se funden en uno. Los últimos aires de vitalidad abandonan los intersticios que quedan entre ambos, y el amor no puede dejar de complacerse con la escena.

Al fin y al cabo, siempre fue la idea. Consuelo de contingencia, gestión de la resignación y un consenso que no puede dejar de ser lúgubre por más que se esconda detrás de una ternura infinita. El amor termina de sonreír y redondea su idiotez trágica.

¿Será posible que todo termine así?

Los mundos tienden a la continuidad y se alimentan de todo aquello que acepte dócilmente su carácter de combustible, vida incluida.

La evolución del amor acaso se inspire en poder volver a mirar a esos mundos, en una búsqueda de Singularidad que requiere de complicidad e imaginación sin precedentes.

Así la vida nunca más podrá ser un insumo escénico y fungible, sino una soñada aventura permanente; y la felicidad sólo será si se sostiene y, con gracia, nunca muta en el hastío de ningún mañana.

*

Cuando el último de los soles simples se apague, yo te voy a estar esperando en las playas prístinas de un mundo aún desierto. La noche será fresca, y será siempre el comienzo.

Riorevuelto
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